Hoy me di cuenta de esta nueva sección de poesía. Me alegro muchísimo.
Te dejo estas dos que aprendí hace años:
BALADA CATALANA (Vicente Balaguer)
Rugiente pasión ardía
en el alma del doncel;
fuera de Ella nada había,
en el mundo, para él.
--¡Lo que a tu capricho cuadre
--dijo a su amada--lo haré;
si las joyas de mi madre
me pides, te las daré!
Y ella, infame como hermosa,
dijo en horrible fruición:
--¿Sus joyas? ¡Son poca cosa!
¡Yo quiero su corazón!
En fuego impuro él ardiendo
hacia su madre corrió
y al punto su pecho abriendo
el corazón le arrancó.
Tan presuroso volvía
la horrible ofrenda a llevar,
que, tropezando en la vía,
fue por el suelo a rodar.
Y brotó un acento blando
del corazón maternal
al ingrato preguntando:
--Hijo, ¿no te has hecho mal?
SI TIENES UNA MADRE TODAVIA (no recuerdo el autor)
Si tienes una madre todavía,
da gracias al Señor que te ama tanto,
que no todo mortal contar podría,
dicha tan grande ni placer tan santo.
Si tienes una madre... sé tan bueno
que ha de cuidar tu amor su paz sabrosa,
pues la que un día te llevo en su seno
siguió sufriendo y se creyó dichosa.
Veló de noche y trabajó de día
leves las horas en su afán pasaban,
un cantar de sus labios te dormía,
y al despertar sus labios te besaban.
Enfermo y triste, te salvó su anhelo
que sólo el llanto por su bien querido
milagros supo arrebatar al cielo,
cuando ya el mundo te creyó perdido.
Ella puso en tu boca la dulzura
de la oración primera balbucida
y plegando tus manos en ternura,
te enseñaba la ciencia de la vida.
Si acaso sigues por la senda aquella
que va segura a tu feliz destino,
herencia santa de la madre es ella,
tu madre sola te enseñó el camino.
Mas si al cielo se fue... y en tus amores
ya no la harás feliz sobre la tierra,
deposita el recuerdo de tus flores
sobre la fría loza que la encierra.
Es tan santa la tumba de una madre,
que no hay al corazón lugar más santo,
cuando espina cruel tu alma taladre,
¡ve a derramar, allí, tu triste llanto!
Este último lo leí hace poco;
OTRA SIEMBRA (Raúl Galán)
Una tarde enterré con pena y llanto
el cuerpo de mi madre, esa caliente
semilla del amor que duele tanto.
Escúchame: la tierra no consiente
que nunca se malogre lo que encierra
y da fruto cabal toda simiente.
De allí nació una flor, de madre y tierra.
Es flor es mi escudo en estas horas
y es mi única espada en esta guerra.
Tu no podrás vencerme porque ignoras
el nombre de esa flor -sésamo y lema-
Sigue, pues, con tus armas agresoras.
Yo te infiero el perdón y este poema.
Espero te sirvan. Saludos