El poeta chiquimulteco Ismael Cerna (1856-1901), fue un connotado intelectual que durante el gobierno de Justo Rufino Barrios sufrió cárcel y exilio por sus ideas revolucionarias.
Sobrino del presidente Ismael Cerna, Barrios lo mantuvo en prisión, pero después de un tiempo quedó libre. El joven poeta estando prisionero le hizo este poema que ha trascendido a través del tiempo para la historia de Guatemala. Hoy lo publicamos con un pequeño ensayo sobre sus versos por lo interesante que es sobre la dignidad de un hombre en este caso del poeta, que no se doblega ante nada y mucho menos, ante los problemas que le pueden estar sucediendo en momentos tortuosos de su vida.
El poeta Ismael Cerna murió joven a la edad de 45 años cuando se está en pleno proceso intelectual y poder creativo. Su obra literaria es de digno reconocimiento por su testimonio y el manejo del verso. A petición de varios lectores que nos han pedido algo de este gran poeta chiquimulteco va el siguiente poema en el cual hemos buceado nuevamente luego de investigar sobre el gobierno de Justo Rufino Barrios y el tiempo que le tocó vivir a este poeta.
Justo Rufino Barrios fue un presidente que también aportó mucho progreso al país con propuestas positivas. El poema que hoy analizamos es ante todo, como lo dijimos anteriormente: la lucha del interior de un hombre libre ante las circunstancias que como pruebas le toca vivir y no se doblega, porque primero está su criterio, su verdad y su ética. Esto puede suceder en cualquier parte del mundo y ya sea en el pasado como en el presente. La libertad interior del hombre no tiene precio.
Dice así:
A Justo Rufino Barrios
¿Y qué? ya ves que ni moverme puedo
y aún puedo desafiar tu orgullo vano.
¡A mí no logras infundirme miedo
con tus iras imbéciles, tirano!
Soy joven, fuerte soy, soy inocente
y ni el suplicio ni la lucha esquivo;
me ha dado Dios un alma independiente,
pecho viril y pensamiento altivo.
En estos primeros versos el poeta a pesar de que está en la cárcel no se doblega. Y es que el verdadero hombre lleno de dignidad ni en los peores momentos que puede estar viviendo, siempre mantiene su postura, su ideal y no cae ante aquéllos que predican que el fin justifica los medios.
Que tiemblen ante ti los que han nacido
para vivir de infamia y servidumbre;
los que nunca en su espíritu han sentido
ningún rayo de luz que los alumbre,
Los que al infame yugo acostumbrados
cobardemente tu piedad imploran;
los que no temen verse deshonrados
porque hasta el nombre del honor ignoran.
Yo llevo entre mi espíritu encendida
la hermosa luz del entusiasmo ardiente;
amo la libertad más que la vida
y no nací para doblar la frente.
En la vida son muchos los hombres que viven -no nacen- para ser servidumbre como dice aquello de "que el que nace para maceta no pasa de macetero" y es que da lástima aquellos sujetos que "lamen" al jefe como lo hace el animal al hombre. El animal no razona se le perdona ¿ pero el hombre?
Poeta como es Ismael Cerna ama la libertad y dice que no nació para doblar la frente. Qué gran mensaje del poeta. Esa revolución se enrojece de orgullo y lealtad hacia su interior donde no permite y lo dice con coraje y firmeza "Amo la libertad más que la vida y no nací para doblar la frente".
Por eso estoy aquí, do altivo y fuerte,
Tu fallo espero con serena calma;
Porque, si puedes decretar mi muerte,
Nunca podrás envilecerme el alma.
¡Hiere! Yo tengo la prisión impía
la honradez de mi nombre por consuelo.
¿Qué me importa no ver la luz del día,
si tengo en mi conciencia la del cielo?
¿Qué importa que entre muros y cerrojos
la luz del sol, la libertad me vedes,
si ves celeste claridad mis ojos;
si hay algo en mí que encadenar no puedes?
¡Sí!; hay algo más fuerte que tu yugo,
algo que sabe despreciar las iras,
y que no puede sujetar, verdugo,
al terror que a los débiles inspiras!
¡Hiere…! Bajo tu látigo implacable,
débil acaso ante el dolor impío,
podrá flaquear el cuerpo miserable;
¡pero jamás el pensamiento mío…!
Más fuerte se alzará, más arrogante
mostrará al golpe del dolor sus galas:
el pensamiento es águila triunfante
cuando sacude el huracán sus alas.
Nada me importas tú, furia imponente,
víctima del placer, señor de un día:
si todos ante ti doblan la frente
yo siento orgullo de levantar la mía.
El poeta como hombre digno y ético no tiene miedo de decirlo, "si todos ante ti doblan la frente / yo siento orgullo de levantar la mía" se ven los ideales de un hombre que no miente y que no se deja amedrentar ante el destino que le tiene preso. Su pensamiento sigue incólume. El corazón libre del poeta no se deja amedrentar ni con amenazas ni en los peores momentos oscuros que puede estar pasando en su concepción del mundo.
Y te apellidas liberal, ¡bandido!
tú que a las fieras en crueldad igualas;
tú que a la juventud has corrompido
con tu aliento de víbora que exhalas.
Tú, que llevas veneno en las entrañas,
que en medio de tus báquicos placeres,
cobarde, ruin y criminal, te ensañas
en indefensos niños y mujeres.
Tú que el crimen ensalzas, y escarneces
Al hombre del hogar, al hombre honrado;
Tú, asesino, ladrón; tú que mil veces
has merecido la horca por malvado.
¡Tú liberal…! Mañana, que a tu oído
con imponente furia acusadora
llegue la voz del pueblo encarnecido
tronando en tu conciencia pecadora…
Mañana que la patria se presente
a reclamar sus muertas libertades
y que la fama pregonera cuente
al asombrado mundo tus maldades;
al tiempo que maldiga tu memoria
el mismo pueblo que hoy tus plantas
lame,
el dedo inexorable de la historia
te marcará como a Nerón ¡Infame!
Pero, pese a poder ser asesinado no teme y le dice al que considera un Ser malévolo que a través del poder que tiene abusa de ello, le aconseja le da señales como profeta: "El dedo inexorable de la historia te marcará como a Nerón" porque el poeta en cualquier parte del universo, es también un profeta y Cerna no puede dejar de serlo.
Entonces de esos antros tenebrosos
donde el honor y la inocencia gimen;
donde velan siniestros y espantosos
los inicuos esbirros de tu crimen;
de esos antros sin luz, y estremecidos
por tantos ayes de amargura y duelo
donde se oye entre llantos y gemidos
el trueno de la cólera del cielo,
con aterrante voz, con prolongada
voz, que estremezca tu infernal caverna,
se alzará cada víctima inmolada,
para lanzarte maldición eterna.
En tanto, hiere déspota, arrebata
la honra, la fe, la libertad, la vida;
tu misión es matar: ¡sáciate, mata,
mata, y báñate en sangre fratricida!
Mata, Caín, la sangre que derrames
entre gemidos, de dolor prolijos,
¡Oh infame, el mayor de los infames,
irá a manchar la frente de tus hijos!
Aquí tienes también la sangre mía,
sangre de corazón joven y bravo,
no quiero tu perdón, me infamaría:
mártir prefiero ser, a ser esclavo.
¡Hiéreme a mí que te aborrezco, impío
a ti, que con crueldades inhumanas,
mandaste a asesinar al padre mío,
sin respetar sus años ni sus canas!
Quiero que veas tu furia arrostro
Y sin temblor que agonizar me veas,
Para lanzarte una escupida al rostro,
Y decirte al morir, maldito seas.
Ese gran poeta de Guatemala, que escribió también esto tan hermoso:
EN LA CÁRCEL
(A JUSTO RUFINO BARRIOS)
¿Y qué? Ya ves que ni moverme puedo
y aún puedo desafiar tu orgullo vano.
¡A mí no logras infundirme miedo
con tus iras imbéciles, tirano!
Soy joven, fuerte soy, soy inocente
y ni el suplicio ni la lucha esquivo;
me ha dado Dios un alma independiente,
pecho viril y pensamiento altivo.
Que tiemblen ante ti los que han nacido
para vivir de infamia y servidumbre,
los que nunca en su espíritu han sentido
ningún rayo de luz que los alumbre;
Los que al infame yugo acostumbrados
cobardemente tu piedad imploran;
los que no temen verse deshonrados
porque hasta el nombre del honor ignoran.
Yo llevo entre mi espíritu encendida
la hermosa luz del entusiasmo ardiente;
amo la libertad más que la vida
y no nací para doblar la frente.
Por eso estoy aquí do altivo y fuerte
tu fallo espero con serena calma;
porque si puedes decretar mi muerte,
nunca podrás envilecerme el alma.
¡Hiere! Yo tengo en la prisión impía
la honradez de mi nombre por consuelo.
¿Qué me importa no ver la luz del día
si tengo en mi conciencia la del cielo?
¿Qué importa que entre muros y cerrojos
la luz del sol, la libertad me vedes,
si ven celeste claridad mis ojos,
si hay algo en mí que encadenar no puedes?
Sí, hay algo en mí más fuerte que tu yugo,
algo que sabe despreciar tus iras
y que no puedes sujetar, verdugo,
al terror que a los débiles inspiras.
¡Hiere…! Bajo tu látigo implacable,
débil acaso ante el dolor impío,
podrá flaquear el cuerpo miserable,
pero jamás el pensamiento mío.
Más fuerte se alzará, más arrogante
mostrará al golpe del dolor sus galas:
el pensamiento es águila triunfante
cuando sacude el huracán sus alas.
Nada me importas tú, furia impotente,
víctima del placer, señor de un día;
si todos ante ti doblan la frente
yo siento orgullo en levantar la mía.
Y te apellidas liberal, ¡bandido!
tú que a las fieras en crueldad igualas,
tú que a la juventud has corrompido
con tu aliento de víbora que exhalas.
Tú que llevas veneno en las entrañas,
que en medio de tus báquicos placeres,
cobarde, ruin y criminal te ensañas
en indefensos niños y mujeres.
Tú que el crimen ensalzas y encarneces
al hombre del hogar, al hombre honrado;
tú, asesino, ladrón, tú que mil veces
has merecido la horca por malvado.
Tú ¡Liberal…! Mañana que a tu oído
con imponente furia acusadora
llegue la voz del pueblo escarnecido
tronando en tu conciencia pecadora…
Mañana que la patria se presente
a reclamar sus muertas libertades
y que la fama pregonera cuente
al asombrado mundo tus maldades;
al tiempo que maldiga tu memoria
el mismo pueblo que hoy tus plantas lame,
el dedo inexorable de la historia
te marcará como a Nerón, ¡infame!
Entonces de esos antros tenebrosos
donde el honor y la inocencia gimen;
donde velan siniestros y espantosos
los inicuos esbirros de tu crimen;
de esos antros sin luz y estremecidos
por tantos ayes de amargura y duelo;
donde se oye entre llantos y gemidos
el trueno de la cólera del cielo,
con aterrante voz, con prolongada
voz, que estremezca tu infernal caverna
se alzará cada víctima inmolada
para lanzarte maldición eterna.
En tanto, hiere déspota, arrebata
la honra, la fe, la libertad, la vida;
tu misión es matar: ¡sáciate, mata
mata y báñate en sangre fratricida!
mata, Caín, la sangre que derrames
entre gemidos de dolor prolijos
¡oh! Infame, el mayor de los infames,
irá a manchar la frente de tus hijos.
Aquí tienes también la sangre mía,
Sangre de un corazón joven y bravo,
No quiero tu perdón me infamaría…
Mártir prefiero ser, a ser esclavo.
¡Hiéreme a mí que te aborrezco, impío!
a ti que con crueldades inhumanas
mandaste a asesinar al padre mío
sin respetar sus años, ni sus canas.
Quiero que veas que tu furia arrostro
y sin temblar que agonizar me veas,
para lanzarte una escupida al rostro
y decirte al morir: maldito seas.