Caparazón
Si pudiese pedir un sueño,
quisiera devenir tortuga,
tortuga aún en su huevo,
pero seré yo, en su cáscara,
con mis recuerdos humanos,
y con mi amor de niña.
Si se cumpliese mi sueño,
yo volvería a salir de mi huevo,
de mi huevo primero,
pero mi nacimiento segundo,
a la luz de la noche,
bajo las mismas estrellas.
Nadie sabrá que la tortuga reía,
nadie sabrá que la tortuga se asombraba,
nadie sabrá que la tortuga es de ojos humanos,
ni que su siseante voz fue palabras,
nadie supondrá todo ello,
- porque las tortugas no lo hacen.
Si algunos sin suerte,
intentaran ser sus amigos,
la tortuga tímida vuelve,
bajo su herradura de mis costillas,
sin tener que cerrar puertas,
ni dar explicaciones
- porque es lo que las tortugas hacen.
Quién sabrá de cuanto imaginaría,
su cabeza oculta,
con sus ojos cerrados,
con su pico apretado,
aguardando a no ser traidora,
de mi risa, asombro, y ojos
- porque son así las tortugas.
Mi tortuga no tendrá prisa,
de llegar donde sea,
aguarda sus patas, cabeza y dientes,
bajo mi cuerpo invertido,
a no ser que alguien la pise,
y rompa mi único hueso
- porque no son las tortugas eternas.
No, yo no pediré un sueño,
por no haber quien lo cumpla,
quizá por tener yo cabeza caparazón,
o quizá porque mi tortuga ya no reza.
Las tortugas no tienen dioses,
se arrastran pacientes hacia su fin,
- porque las tortugas son así,
nacen entre dos huesos,
y no más que en uno mueren,
no se preguntan del por qué de su ser,
y con ser humanos no sueñan.